domingo, 5 de abril de 2009

Una semana.

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Quería saber de ti, pero no quería llamarte, no sé, no sé.

Quería probar tus ramificados abrazos, tus bajadas al

cielo que me llevas, tus descensos más cariñosos y perversos,

los muerdos de hinchados tallos, los tragos que le das a mi vida,

la avalancha que llega y me alegra que sea contigo.


Quería quererte un poquito, quería comerte todo en

este momento, pero no va a poder ser.



Y luego pienso; si no me consume el color rojo, si no debería

pintarme en austeridad sexual, si no sería mejor, pero es

engañarme.


He traído trajes de colores, poneros uno tontos de los cojones,

cantad y que vengan las flores, que todos bailen las grietas

de mis amores, que podamos leer esto y no entender nada,

que el realísmo de no ser como somos mate a Breton.


Joder qué incómodo tan alto y en bragas de charol,

te brilla la cara como a luciernaga mal traída, pero

espero que la aurora sea blanca como las nalgas a las

que tan poco sol llegó, esas que te esperan.


Debe seguir el alcohol por mi sangre, o eso o ya no

soy condescendiente con lo que pienso, o simplemente

me cansé, y ahora pago mis caprichos con desrimas

y dichos de ultratumba, y ni arreglo escritos ni repaso

lo dicho, solo lo cuelgo.


Salió en las cartas el colgado, besos ahogados de un borracho

y un carpaccio de letras, las tretas que me traigo contigo van

camino de un buen nacimiento, a ver a quien hay que matar

en el intento, pies de cemento, aliento de ruso, ojos de mosca

para las mujeres, ¡cuantas hay!


Cuanto vale la que quiero.




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