.
El niño observó la habitación
vacía de sentimientos, él no
vivía allí, pero sí que conocía
a la señora Francisca muy bien.
La mujer no veía de manera óptima,
y era vastante despistada; por eso
se había metido a la habitación
buscando el dinero de la comunidad.
Al chico le recordó andando a un
hipopótamo de los que veía en la dos.
El niño venia de jugar un rato con sus
compis, subió a casa por nocilla y pan
y se encontró a su madre mandándole
al recado. La mujer se hallaba entre
papeles y calculadoras solares, pero
aun así le hizo el bocadillo; nocilla
blanca y negra, mitad y mitad.
La señora Francisca murmuraba desde
el fondo del pasillo, urgando en sus
aposentos, parecía la uraña del laberinto
de Bowie.
El niño tenía las pupilas cada vez más
relucientes. Cincuenta euros pues.
La señora no entendía como no estaba
en su monedero el asunto, dentro de su
bolsita de plástico de la mercería, su
truquito contra el ladrón, resguardo
de la pensión.
Cincuenta euros, un montón de juguetes,
nada de golosinas, que me gorrean...
Francisca. Pasó por el pasillo de nuevo,
(po pón, po pón....) y los aurelios ni los vió.
El infante tampoco dijo palabra, tampoco
estaba allí en alma, estaba en la juguetería.
¿Quieres un vasito de leche cariño?
Que mujer tan amable, pero a él le pareció
un coñazo de momento. Él, no quiero estar
allí, no quiso ir pero fue.
Sus amigos jugando y él allí, no quería ir
pero fue. Y ahora pensando en comprar
y esperando que no le viesen sus amigos,
y menos los matones.
Su retina brillaba más.
¡Hay hijo! mira donde estaba el dinero,
¡qué cabecita la mia! toma cariño
lleva el dinerito a mamá, quedate de
las vueltas un eurito, compra coca colas
para tu amiguitos y juega, corre.
vacía de sentimientos, él no
vivía allí, pero sí que conocía
a la señora Francisca muy bien.
La mujer no veía de manera óptima,
y era vastante despistada; por eso
se había metido a la habitación
buscando el dinero de la comunidad.
Al chico le recordó andando a un
hipopótamo de los que veía en la dos.
El niño venia de jugar un rato con sus
compis, subió a casa por nocilla y pan
y se encontró a su madre mandándole
al recado. La mujer se hallaba entre
papeles y calculadoras solares, pero
aun así le hizo el bocadillo; nocilla
blanca y negra, mitad y mitad.
La señora Francisca murmuraba desde
el fondo del pasillo, urgando en sus
aposentos, parecía la uraña del laberinto
de Bowie.
El niño tenía las pupilas cada vez más
relucientes. Cincuenta euros pues.
La señora no entendía como no estaba
en su monedero el asunto, dentro de su
bolsita de plástico de la mercería, su
truquito contra el ladrón, resguardo
de la pensión.
Cincuenta euros, un montón de juguetes,
nada de golosinas, que me gorrean...
Francisca. Pasó por el pasillo de nuevo,
(po pón, po pón....) y los aurelios ni los vió.
El infante tampoco dijo palabra, tampoco
estaba allí en alma, estaba en la juguetería.
¿Quieres un vasito de leche cariño?
Que mujer tan amable, pero a él le pareció
un coñazo de momento. Él, no quiero estar
allí, no quiso ir pero fue.
Sus amigos jugando y él allí, no quería ir
pero fue. Y ahora pensando en comprar
y esperando que no le viesen sus amigos,
y menos los matones.
Su retina brillaba más.
¡Hay hijo! mira donde estaba el dinero,
¡qué cabecita la mia! toma cariño
lleva el dinerito a mamá, quedate de
las vueltas un eurito, compra coca colas
para tu amiguitos y juega, corre.
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