domingo, 7 de junio de 2009

Eurodiputado

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El niño observó la habitación

vacía de sentimientos, él no

vivía allí, pero sí que conocía

a la señora Francisca muy bien.


La mujer no veía de manera óptima,

y era vastante despistada; por eso

se había metido a la habitación

buscando el dinero de la comunidad.

Al chico le recordó andando a un

hipopótamo de los que veía en la dos.


El niño venia de jugar un rato con sus

compis, subió a casa por nocilla y pan

y se encontró a su madre mandándole

al recado. La mujer se hallaba entre

papeles y calculadoras solares, pero

aun así le hizo el bocadillo; nocilla

blanca y negra, mitad y mitad.


La señora Francisca murmuraba desde

el fondo del pasillo, urgando en sus

aposentos, parecía la uraña del laberinto

de Bowie.


El niño tenía las pupilas cada vez más

relucientes. Cincuenta euros pues.


La señora no entendía como no estaba

en su monedero el asunto, dentro de su

bolsita de plástico de la mercería, su

truquito contra el ladrón, resguardo

de la pensión.


Cincuenta euros, un montón de juguetes,

nada de golosinas, que me gorrean...


Francisca. Pasó por el pasillo de nuevo,

(po pón, po pón....) y los aurelios ni los vió.

El infante tampoco dijo palabra, tampoco

estaba allí en alma, estaba en la juguetería.


¿Quieres un vasito de leche cariño?


Que mujer tan amable, pero a él le pareció

un coñazo de momento. Él, no quiero estar

allí, no quiso ir pero fue.

Sus amigos jugando y él allí, no quería ir

pero fue. Y ahora pensando en comprar

y esperando que no le viesen sus amigos,

y menos los matones.


Su retina brillaba más.



¡Hay hijo! mira donde estaba el dinero,

¡qué cabecita la mia! toma cariño

lleva el dinerito a mamá, quedate de

las vueltas un eurito, compra coca colas

para tu amiguitos y juega, corre.



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