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Por un instante, llegué a mantener
la hegemonía de la palabra.
Y mis castillos fuertes al viento,
mis posibilidades,
afligidas vertieron sangre.
En qué momento dejé de ser
el mayor accionista de mis
convicciones. Yo.
En qué momento, en qué
relación social olvidé
mis principios, eclipsado
por las toleracciones de
individuos que me idolatran.
Mandatario de muchos otros,
palabra del Señor, frontera
del verso en Anarquía.
Definitivamente, creé una rata,
equivoqué y creí en el hombre,
herré, fallo el pensarme Claudio.
Megacorporaciones apretando mi corbata
con cuentas suizas y pedrería a mi señora.
Y en esos elogios me apreté contra la crítica
de unos que no conoceré y otros que el papel
ahora no les toca. El pastel es nuestro.
Pasé de filósofo a caviar de la fiesta,
torné de inquieto a autómata con renombre.
Un trono dado, un esclavo, la comodidad
follándome bien follado.
Y aquí me encuentro revólver en mano
y con las posaderas violadas, no doy pan
al que pide y me agacho para el vecino
más fuerte; y siempre en la tele guapo.
***
Leí mis poemas de la adolescencia
y creí leer novela, vertí el contenido
de mis pinturas por el suelo de aquella
casa infesta de cálculos, lucí sangre en
el lavabo y barbas puse a remojar.
Rehogué al púgil momento y fragmenté
mi inquietud. Lista.
Familia, amistades, políticas sociales,
tratados impersonales, economía y
chavales por el parque; en la ventana...
les veo, ya perdí el norte...
Están por el sur. Arrieritos.
Familia, patrones, políticas sociales,
maquinaria pesada y telearmas al
tercermundista, droga para el ojo
y calmantes sociales.
A ver que empiezo de nuevo... me he
vuelto a perder.
Familia, patanes, políticas nacionales,
maquinaria pesada, viviendas descomunales,
droga para la retina, calmantes culturales,
versos rojos si no quieren los rosas, pienso
compuesto, famosos disparates, guiones para
los gendarmes.
Por un instante, llegué a mantener la hegemonía
de la palabra.
Las autoridades niegan todo.
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