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A veces es tan solitario el camino que
abre uno en mente abanicos de pandemias.
De negro luto con tela de juicio se mortifica,
temores que alberga la era de las cuatro paredes.
Contenido de lágrima con sonrisas,
desequilibrios mentales para simplones matemáticas,
soy un dos menos uno. Yo. Que quería ser Dolmen.
Galante murciélago lleva el texto al ejecutor de la palabra,
no supo hacer mas que llorar escritos que no tenían sentido,
se arrojo en brazos de la certeza, pero era mentira.
Rugí como tornado y destrocé las cadenas que quería ceñirte,
asesiné otra de mis venas astrales más indeseables.
Jornadas de penuria se instalaron en sus más tiernos sueños,
confesiones que destruyen su amor a la metáfora,
alguien que está peor que tú te agobiará. Así de efímero es el camino.
Recuerda el primer encuentro cuando
árboles daban apoyo a mi empalmada,
de actrices obscenas que traía al recuerdo
para poder soltar un voluptuoso gemido,
de como su culo era símbolo de tu dominio
a su fuego infante, volverse locos.
Un pellizco en el sonido, mariposas se marcharon,
un estruendo en su paciencia, ni una gota de saliva
como fuel a tus palabras, este obrero de la delicadeza
siente sus torpezas y las remienda con cariños nuevos,
lánguida en presencia es requerida la alegría, relegada
la guerra interior bruta sin reina en mi fragancia.
Es un disgusto, te necesito más que tú a mí.
Está asumido, esto cambiará, tendrá distintos niveles.
La luna me lleve si no pienso en dejar la poesía.
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